Un amor compacto es un bloque sin fisuras, sin huecos por donde destilar. En él cualquier cuarteadura, cualquier roce, nos parecería un abismo.
Un amor compacto, es de piedra; no se anda desmoronando por cualquier cosa, ni desprendiéndose a pedazos, por truenos ni por tempestades.
Es un amor con más capacidad que lo normal. Con el sacrificio al límite de lo humano. La entrega, al límite de la generosidad. Y el perdón al límite de la paciencia. Es el superlativo de los sentimientos.
Un amor compacto es una fortaleza. Tiene tanto hierro en su estructura, tanto cemento en su base, tanto sostenes en sus paredes, tanto sol en sus espacios, que resiste sin lesionarse todos los golpes del destino, todas las jugadas de la suerte, y todos los años de la vida.
Se siembra por la raíces, y ellas solas van formando después el tronco, las ramas, y los frutos.
Un amor compacto, es como la mole de granito donde se estrella todo lo que atenta contra él.
Un amor compacto es un amor sin filtraciones ni deformaciones. Sin ningún interés por delante. Y ninguna ventaja por detrás.
Un amor compacto es de una sola pieza. Por dondequiera que lo ataques, tiene la misma resistencia.
Un amor compacto es total, entero. Sin cortes, sin mitades, sin migajas.