“La resiliencia es la capacidad de una persona o grupo para seguir proyectándose en el futuro a pesar de acontecimientos desestabilizadores, de condiciones de vida difíciles y de traumas a veces graves”.
La resiliencia es un concepto considerado desde las terapias humanistas, de fomento de la salud mental y se considera una realidad de personas que han afrontado situaciones traumáticas desde recursos latentes e insospechados. No obstante, es un concepto que en otros tiempos se observó con matices patológicos y es relativamente reciente el entenderlo como ajustes saludables a la adversidad.
Estas personas no obstante, no regresan al estado previo de acaecido el trauma, “como si nada hubiera pasado”. El cimbronazo se compensa con los recursos yoicos pilares de la resiliencia. La asistencia y apoyo de los demás fortalece esta disposición interior.
Fueron Kobasa y Maddi quienes en 1972 introducen el concepto de personalidad resistente (hardiness) aludiendo a quienes parecen tener una personalidad que los protege ante las contingencias graves de la vida. Por algún motivo han desarrollado mayor tolerancia a los cambios y tienden a considerar las situaciones traumáticas como una parte más de la vida.
De ahí que sea tan importante cuidar con amor la personalidad del niño. Las muestras continuas de amor, el cuidado y la enseñanza de autocuidado, una educación que subraye el lado bueno de las cosas, la confianza en sí mismo, y la certeza de que “esto también pasará”, son cimiento de una personalidad resiliente. El niño que siente que hay personas en las cuales apoyarse, que lo cuidarán y guiarán, aprenderá a respetarse a sí mismo y al prójimo y a responsabilizarse de sus actos. La aparición o no de esta capacidad se relaciona con la presencia o no de un adulto significativo con que se haya establecido un vínculo cariñoso y de confianza.
Según http://www.elpsicoanalisis.org.ar/numero1/resiliencia1.htm, los pilares de la resiliencia son:
Autoestima consistente. Es la base de los demás pilares y es el fruto del cuidado afectivo consecuente del niño o adolescente por un adulto significativo, “suficientemente” bueno y capaz de dar una respuesta sensible.
Introspección. Es el arte de preguntarse a sí mismo y darse una respuesta honesta. Depende de la solidez de la autoestima que se desarrolla a partir del reconocimiento del otro. De allí la posibilidad de cooptación de los jóvenes por grupos de adictos o delincuentes, con el fin de obtener ese reconocimiento.
Independencia. Se definió como el saber fijar límites entre uno mismo y el medio con problemas; la capacidad de mantener distancia emocional y física sin caer en el aislamiento. Depende del principio de realidad que permite juzgar una situación con prescindencia de los deseos del sujeto. Los casos de abusos ponen en juego esta capacidad.
Capacidad de relacionarse. Es decir, la habilidad para establecer lazos e intimidad con otras personas, para balancear la propia necesidad de afecto con la actitud de brindarse a otros. Una autoestima baja o exageradamente alta producen aislamiento: si es baja por autoexclusión vergonzante y si es demasiado alta puede generar rechazo por la soberbia que se supone.
Iniciativa. El gusto de exigirse y ponerse a prueba en tareas progresivamente más exigentes.
Humor. Encontrar lo cómico en la propia tragedia. Permite ahorrarse sentimientos negativos aunque sea transitoriamente y soportar situaciones adversas.
Creatividad. La capacidad de crear orden, belleza y finalidad a partir del caos y el desorden. Fruto de la capacidad de reflexión, se desarrolla a partir del juego en la infancia.
Moralidad. Entendida ésta como la consecuencia para extender el deseo personal de bienestar a todos los semejantes y la capacidad de comprometerse con valores. Es la base del buen trato hacia los otros.
Capacidad de pensamiento crítico. Es un pilar de segundo grado, fruto de las combinación de todos los otros y que permite analizar críticamente las causas y responsabilidades de la adversidad que se sufre, cuando es la sociedad en su conjunto la adversidad que se enfrenta. Y se propone modos de enfrentarlas y cambiarlas.
Las fuentes interactivas de la resiliencia:
De acuerdo con Edith Grotberg, para hacer frente a las adversidades, superarlas y salir de ellas fortalecido o incluso transformado, los niños toman factores de resiliencia de cuatro fuentes que se visualizan en las expresiones verbales de los sujetos (niños, adolescentes o adultos) con características resilientes:
“Yo tengo” en mi entorno social.
“Yo soy” y “yo estoy”, hablan de las fortalezas intrapsíquicas y condiciones personales.
“Yo puedo”, concierne a las habilidades en las relaciones con los otros
Tengo: Personas alrededor en quienes confío y que me quieren incondicionalmente.
Personas que me ponen límites para que aprenda a evitar los peligros. Personas que me muestran por medio de su conducta la manera correcta de proceder.
Personas que quieren que aprenda a desenvolverme solo.
Personas que me ayudan cuando estoy enfermo o en peligro, o cuando necesito aprender.
Soy: Alguien por quien los otros sienten aprecio y cariño.
Feliz cuando hago algo bueno para los demás y les demuestro mi afecto.
Respetuoso de mí mismo y del prójimo.
Estoy: Dispuesto a responsabilizarme de mis actos.
Seguro de que todo saldrá bien.
Puedo: Hablar sobre cosas que me asustan o me inquietan.
Buscar la manera de resolver mis problemas.
Controlarme cuando tengo ganas de hacer algo peligroso o que no está bien.
Buscar el momento apropiado para hablar con alguien o actuar.
Encontrar a alguien que me ayude cuando lo necesito.